Conferencia de Branka Oštrec

 A situación sociolingüística antes e despois da guerra dos Balcáns

Conferencia impartida por Branka Oštrec

Actividade organizada polo Programa de Doutoramento T&P, o Título Propio de ETIV, o Mestrado en Tradución para a Comunicación Internacional (MTCI) e a Facultade de Filoloxía e Tradución (FFT) da Universidade de Vigo (UVigo)
Lugar: Salón de actos de la FFT de la UVigo
Data: 10/12/2018
Hora: 12.00 h

La lengua sin nombre de los Balcanes

Yugoslavia ya no existe, pero en los diferentes territorios de los actuales países que han surgido tras las sucesivas guerras de los Balcanes se sigue hablando y escribiendo la gran variedad de lenguas que ha caracterizado cultural, política y para algunos, por desgracia, «étnicamente», toda esta zona tan conflictiva del continente europeo. Lenguas eslavas como el croata, el serbio (dos lenguas importantes que antes se nombraban con un solo nombre inventado por los lingüistas del mariscal Tito y que, por cierto, variaba según el territorio desde donde se tomaba la palabra: «serbo-croata» en Belgrado o «croata-serbio» en Zagreb), el bosnio, el esloveno, el montenegrino y el macedonio; lenguas no eslavas como el albanés y el húngaro; y, finalmente, lenguas minoritarias (¿o debería decir «minorizadas»?) como el búlgaro, el italiano, el rumano, el ruteno ucraniano, el eslovaco, el tcheco, el turco y el valaco. A todo ello hay que añadir el uso de diferentes alfabetos (latino para unos, cirílico para otros) con una fuerte carga simbólica cada uno al estar íntima e históricamente unidos a un determinado tipo de tradición religiosa cristiana u otro: católica, por una lado, y ortodoxa, por otro.

Convencidos de que una nación debe poseer su propia lengua, serbios, croatas y bosnios parecen estar obsesionados en «purificar», cada Uno, su variedad lingüística propia de las supuestas «impurezas» de la del Otro por considerarla extranjera a su «identidad cultural» fundamentada, esencial y erróneamente, en el territorio. Se llega a pensar que si hay un territorio ocupado por una «etnia» debe haber un solo pueblo, una sola nación y, por consiguiente, una única lengua. Los años de guerra en los Balcanes han provocado que esta «limpieza étnica» hasta en el uso propio de la lengua se convierta en normal, cuando no en norma. Bajo esta concepción de territorialización permanente del pensamiento de la identidad, se piensa incluso que un croata «auténtico», o un serbio «auténtico» debería evitar pronunciar determinadas palabras tal y como lo haría el Otro. Así, por ejemplo, Jacques Leclerc publica en su web L’aménagement linguistique dans le monde que cuando un bosnio pide un café en una cafetería pronuncia la palabra kahva (con una h aspirada), un serbio, en cambio, dice simplemente un kafa, mientras que un croata pide un kava. Y no cito aquí cómo llega a llamar el croata al avión para diferenciarse de cómo lo hace el serbio. Sólo mencionaré que en Croacia hay un concurso anual muy mediatizado en el que se premia a quien haya creado la mejor nueva palabra croata del año. Todo esto se hace para no resultar ser «sospechoso» de utilizar la lengua del Otro. Ahora bien, si nadie puede negar que sí, en efecto, existen diferencias fonéticas, incluso léxicas, tampoco se puede negar que hay muchas más similitudes que diferencias entre los usos de las distintas variedades lingüísticas de los Balcanes.

Asociar la noción de «identidad cultural» sólo y exclusivamente a la lengua y no al habla, resulta ser una mentalidad propia del esencialismo ancestral que implica concebir la «identidad cultural» como lo que no es: la herencia de un pasado nostálgico que hay que mantener, el «paraíso perdido» que hay que reconquistar, la búsqueda a toda costa de lo auténtico. Esta concepción de la «identidad cultural» como esencia innata a cada pueblo nace en el siglo XVIII cuando se pensaba que cada pueblo posee una serie de aptitudes y facultades que le son propias y que le otorgan un carácter determinado. En el siglo XIX esta concepción de la «identidad cultural» asociada, sólo y exclusivamente, a la lengua de cada pueblo como si fuera una especie de entidad única y homogénea, esencia o sustrato, va mucho más allá. Dado que se piensa que cada grupo social posee su propia cultura de la cual es heredero y contra la cual no se puede luchar (fatalidad) porque determina su forma de ser, de pensar y de actuar, el siglo XIX es la época en que se empieza a «delimitar los territorios» en función del grado de homogeneidad de cada «identidad cultural». La «territorialización de la identidad» es el principio fundamental de los Estados-Nación. Nunca olvidemos que las guerras mundiales del siglo XX se hicieron en nombre de esta concepción de la identidad como «esencia nacional»: una lengua, un pueblo, una nación.

Desde el Grupo de Investigación Traducción & Paratraducción (T&P), cada vez que investigamos en Traducción e Interpretación en Medio Social (TIMS) hemos comprobado que los usos de la lengua demuestran en el habla diaria que la identidad de un individuo jamás puede reducirse al hecho o a la circunstancia de formar parte de un solo conjunto, como una clase, un grupo, una comunidad, una institución, una religión. Traducir e interpretar al Uno y al Otro son actividades profesionales en las que se comprueba que nunca se puede reducir la identidad de un individuo a una sola de sus pertenencias, separada de todas las demás. Reducir la identidad de un individuo a una sola de sus múltiples pertenencias lleva a usar, sin tapujo alguno, expresiones tales como «identidad lingüística» o «identidad cultural» X o Y, para afirmar, implícita o explícitamente, que una persona sólo puede vivir esa única identidad X o Y, y nada más. Vista así, la «identidad cultural» no debería existir porque cuando se reduce la identidad de un individuo a una sola de sus pertenencias, no sólo se comete un error de concepto sino que resulta imposible la traducción y la interpretación de todas y cada una de las demás pertenencias manifestadas, explícita o implícitamente, en unos actos verbales y no verbales de comunicación tan únicos e irrepetibles como cada uno de los individuos que se expresan en medio social. La confusión entre identidad y pertenencias para defender a ultranza o atacar frontalmente una única pertenencia sólo trae consecuencias negativas: inmovilización del pensamiento; enfrentamiento de culturas, pueblos y naciones; políticas de migración que crean exclusión, racismo y xenofobia. La reducción de la identidad a la relación con una sola pertenencia constituye no sólo un error de lógica sino uno de los mayores crímenes políticos: el racismo. Y del racismo al genocidio sólo hay un paso. Comparto plenamente la opinión de Michel Serres cuando llega a afirmar valientemente que hablar de «identidad nacional» no sólo es un error o una falta, sino que puede equipararse a cometer un delito: el delito de odio. En efecto, cuando la «identidad nacional» se basa en la convicción de que el Otro sólo desea infligirnos daño, todos los hechos históricos son revisados para-traducir una Memoria Histórica revisionista con el único fin de inculcar el miedo de ser dominado por el Otro y poder «justificar», así, que el Uno se defienda del Otro usando las armas o, incluso, cometiendo barbaries genocidas. Confundir identidad con pertenencia rememora y conmemora el mito ideal y romántico de ese nacionalismo decimonónico del monolingüismo territorial que, todavía hoy, fundamenta teóricamente la repetición sistemática del eterno lema criminal con el que se llenan la boca políticos de partidos extremistas (tanto de derechas como de izquierdas) que aspiran a gestionar lo público en el siglo XXI: un territorio + una lengua = una identidad nacional. Ante presentes y futuros tan poco prometedores, sólo cabe revalorizar la traducción y la interpretación en los servicios públicos como actividades paradigmáticas imprescindibles en la construcción de un mundo mejor. Un mundo mejor donde sea posible el diálogo entre culturas gracias una comunicación entre hablas diferentes que supere el simple roce intercultural o la ingenua constatación perogrullesca de la realidad multicultural.

El estallido en pedazos de la antigua Yugoslavia unida a la exacerbación de las «diferencias nacionalistas» ha tenido consecuencias sociolingüísticas. Hoy en día, en pleno siglo XXI, parece que conviene hablar el bosnio en Sarajevo, el croata en Zagreb, el serbio en Belgrado y el montenegrino en Podgorica. ¿Punto (y) fina!?… sin negar en absoluto la existencia de variantes regionales, los lingüistas suelen reconocer una misma lengua que comparten las distintas poblaciones de los Balcanes: una lengua sin nombre… naš jezik («nuestra lengua») a la cual hace referencia una Declaración presentada el 30 de marzo de de 2017 en Sarajevo por intelectuales de la región con el fin de acabar con las querellas lingüísticas que dividen a la antigua Yusgoslavia desde 1990. Las respuestas virulentas a la mencionada Declaración no se hicieron esperar. Tal y como cuentan los periodistas Jean-Arnault Dérens y Simon Rico en Le Monde diplomatique, el arzobispo de Zagreb, Mons. Josip Bozanić en su sermón de Pascua llegó a afirmar que la Declaración «¡es un agresión contra la lengua croata que prepara otra agresión!». Para ser «políticamente correctos» sin negar la existencia de dicha lengua en común que, por cierto, se enseña en la Sorbona, los franceses la nombran –¿cómo no?– con una sigla: BCMS (bosnio-croata-montenegrino-serbio).

J.Y.F.

Resumo da conferencia

A conferencia abordará o tema da situación sociolingüística antes e despois da guerra dos Balcáns, comezando por un breve repaso da situación histórica antes da guerra, con énfase nas linguas oficiais na ex Iugoslavia. Explicaranse as principais similitudes e diferenzas en liñas xerais, prestando especial atención ao serbocroata e croataserbio. A seguir, presentaranse varios exemplos de palabras que anteriormente se consideraban sinónimos, cuxo uso, con todo, tras a división política e independencia de novos estados creados despois da guerra desaconséllase. Tamén se tentará explicar como varios intentos de «purificación» lingüística levaron a unha especie de mutilación da lingua e como os experimentaron xeracións que recibiron a súa formación na época antes da guerra, en comparanza coas xeracións da posguerra. A situación actual presentarase a través de varios exemplos de tradución nos que é evidente a intervención de persoas paratradutoras (editores, en concreto) e que resultaron a un sentido e significado terxiversado na lingua meta

Bionota da conferenciante

Branka Oštrec licenciouse en lingua e literatura españolas na Universidade de Zagreb, onde tamén completou estudos especializados universitarios de posgrao en interpretación para inglés e español.

Actualmente traballa na Universidade de Zagreb, no Departamento de Estudos Románicos, na Cátedra de Lingua Española onde imparte clases de tradución e interpretación no Programa do Mestrado Universitario de Tradución.

Traballou como tradutora e intérprete en varios proxectos de irmandadade con España como país socio, do mesmo xeito que para a Oficina da Presidenta de Croacia, a Embaixada de España, a Radio e Televisión Nacional Croata e a Asociación Croata de Fútbol, entre outras.

Traduciu o catálogo de exposición Los íberos del norte: vida, muerte y ritual al otro lado de los Pirineos do castelán ao croata e ao inglés, os libros La Templanza de María Dueñas e La última salida de Federico Axat, así como varios contos escritos por Soledad Puértolas. Tamén publicou varios traballos no eido de tradución.

El acto académico en el DUVI (10/12/2018)

A intérprete e tradutora Branka Oštrec ofreceu un relatorio no campus
A situación sociolingüística da ex-Iugoslavia, antes e despois da guerra
Repasou a evolución dos idiomas das diferentes repúblicas balcánicas

Los vídeos de la conferencia

El vídeo de la presentación

El vídeo de la conferencia

El vídeo del turno de preguntas

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